martes, 3 de abril de 2012

Pablo Alboran y yo

Yo vivo en el fin del mundo.
Lo sabía cuando escogí este sitio, no quería otro lugar, quería estar aquí, en este pueblo de no más de cuantrocientas personas. Me imaginaba buscándome a mí misma, caminando por las dos calles del pueblo con el pelo enredado por el viento. Me veía sonriendo a los lugareños, moviendo mis manos mientras acariciaba el pelo de los niños que saliesen a mi paso, y enseñarles a leer  mientras sus padres irían a buscar los frutos del mar. Así estaba yo, al más puro estilo Angelina Jolie, en mi mente, cuando de repente mientras estaba en el supermercado, lo escuché por primera vez.

Su voz me golpeó fuerte en las sienes, nunca había escuchado una voz tan dulzona en mi vida. Tuve que huir del reparto de los dulces y yogures, porque la vista de los postres y esa música en mi cabeza me estaba haciendo mucho daño. Me fui tambaleando mientras "solamente tu, tu y tu y tu" me golpeaba la cabeza con violencia. Me acerqué al reparto de las frutas y verduras, pero no podia, sus palabras se agolpaban delante de mí, no podía ver bien, ni me podía concentrar en ver la puerta de salida, necesitaba salir.  Tambaleando, sin saber bien contra qué o quien batí conseguí encontrar la puerta y una vez fuera, sin pensarlo me gire y la sellé con una barra que encontré a un lado. Sólo escuchaba los gritos lejanos de alguien que me gritaba loca.

Fuera hacía más frío del que recordaba e improvisadamente una niebla blanca había cubierto el pueblo. Me quedé quieta, inmóbil un buen rato, sintiendome finalmente a seguro. Su voz cansina y sin emoción ya no me taladraba el cerebro, ahora solo tenía muchísimo frío. El olor de pescado era muy fuerte, pensé que había llegado una de las naves de pesca y decidí acercarme al puerto. Me empecé a mover, pero hacía un frío tremendo, y mis sandalias estaban pegadas al suelo. Finalmente conseguí abrir los ojos, y me ví temblando de frío, con sólo una camiseta, y pantalones cortos. ¿qué hacía yo vestida así en pleno invierno?, pensé en dirigirme a casa, pero no conseguí moverme. No había espacio, y ví todo más claro. Estaba tan aturdida que me había colado en la cámara frigorifera del supermercado y el rumor de lo que creía ser un barco llegando al puerto, era el servidor del reparto pescado y carne que golepaba la puerta que yo había cerrado. Pablo Alboran, pongo a dios puedo jurar que eres la droga mas pesada que las ondas radiofonicas pueden mandar hoy en día, rogaré a la Virgen de los Remedios que te mande una afonía crónica a tí y un corto ciurcuíto a todas las personas que te votaron en youtube para descubrirte!.

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